Las rentas del capital son rentas que proceden del capital, es decir, proceden de la propia riqueza, y no de una producción concreta o trabajo directo.
Algunos ejemplos son los dividendos en acciones o cualquier tipo de ganancias de capital, así como los ingresos que un propietario obtiene de un negocio que posee, pero no del trabajo que realiza allí. La frase también se puede usar para referirse a cualquier ingreso que se use para gastos de capital, aunque este sentido no se usa con tanta frecuencia.
El ejemplo de la clasificación de ingresos
Los ingresos pueden clasificarse como ganancia o pérdida de capital, dependiendo de si hay una ganancia o pérdida neta. Por ejemplo, si se compra un terreno por $500 000 dólares estadounidenses (USD) y un año después se vende por $600 000 USD, el vendedor tiene una ganancia de capital de $100 000 USD, que se incluye en sus ingresos de capital de ese año. Si por el contrario, el terreno se vendió por $400,000 USD, se dice que ocurrió una pérdida de capital de $100,000 USD.
En los Estados Unidos, por ejemplo, esta forma de ingreso en realidad está gravada significativamente menos que el ingreso ordinario, es decir, el ingreso que se deriva del trabajo por hora o del salario .
Se cree que esto ayuda a crear un incentivo para que los capitalistas inviertan más. De hecho, con frecuencia se presentan sugerencias para eliminar los impuestos sobre las ganancias de capital por completo, reemplazandolos con un impuesto al consumo. Bajo un impuesto al consumo, sólo se gravará la compra de bienes y servicios , por lo que las personas pagarían impuestos por la cantidad que usan, en lugar de la riqueza que generan.
Diferencias entre ingreso de capital e ingreso regular
Tradicionalmente, la diferencia entre el ingreso de capital y el ingreso regular se expresaba como una diferencia entre el ingreso no ganado y el ganado. El concepto detrás de esa frase era que los ingresos del capital, derivados simplemente de la propiedad de la riqueza, no se ganaban en el sentido estricto de la palabra. El trabajo, por otro lado, se consideraba como un ingreso ganado. En el siglo XIX, en particular, hubo una fuerte reacción contra los ingresos no laborales, que se expresó en muchas ideologías anticapitalistas de la época.
Un argumento en contra de permitir la proliferación de la renta del capital es que tiende a acumularse sobre sí misma, lo que lleva a un desequilibrio cada vez mayor en la distribución de la riqueza. Dado que se permite que el capital genera más capital, cualquier bloque de capital inicial, como el derivado de la herencia, creará más capital, aumentando exponencialmente con el tiempo. Por otro lado, los ingresos del trabajo, dado que están limitados por los salarios y la cantidad de horas que una persona puede trabajar, aumentarán a un ritmo mucho más lento.