Ya hemos hablado en otras ocasiones de la importancia de prestar atención a los pequeños gastos. Se trata de una base importante para la frugalidad y minimalismo, sin embargo, a largo plazo los grandes gastos resultan muy relevantes.
Prestar atención a los pequeños gastos cotidianos sirve, sin duda, para mejorar nuestra economía personal. El control de lo que gastamos ingresamos, nos hace tomar conciencia de la realidad respecto al dinero, y, generalmente, se traduce en una economía doméstica mucho más saneada.
Un buen ejemplo lo podemos tener en la alimentación, donde, comer bien no resulta caro, pero sí obliga a prestar atención a lo que compramos. Sin embargo, si tuviéramos que poner en una balanza el peso del control de los pequeños gastos en un lado, y en el otro el efecto de una mala gestión de los grandes gastos, a largo plazo estos últimos resultan mucho más importantes.
La importancia de los grandes gastos
Curiosamente, lo que nosotros vamos a definir como grandes gastos, no siempre se consideran así. Por ejemplo, la hipoteca viene a considerarse como deuda sana ya que, es una deuda que nos transporta a un escenario diferente en el que seremos propietarios de lo que adquirimos. Y, teóricamente, esta adquisición se revaloriza con el tiempo.
Pero, en el fondo, si identificamos las salidas de dinero con gastos, la hipoteca es un gasto ya que exige una salida de dinero constante y sistemática, y además en un plazo muy largo de tiempo. Aunque existen otros grandes gastos resultan muy importantes, como por ejemplo la alimentación o el consumo energético, estos gastos dependen de pequeñas acciones o gestos que además pueden modificarse de manera casi constante.
Sin embargo, esto no ocurre con la hipoteca, con el coche, o con los productos de ahorro e inversión. Y es en estos tres grandes gastos donde deberíamos prestar más atención de lo que solemos acostumbrar.
¿Por qué prestar atención a los grandes gastos?
La explicación realmente es sencilla, se trata de gastos que mal elegidos o mal controlados pueden causar un efecto irreparable en nuestras finanzas personales.
El ejemplo de la hipoteca vuelve a ser muy válido aquí. Una mala elección de la hipoteca puede, perfectamente, determinar el futuro de nuestras finanzas personales a largo plazo. No en vano, se trata del producto financiero de mayor duración al que vamos a acudir durante nuestra vida, junto a los planes de pensiones, aunque estos últimos con matices.
Elegir mal la hipoteca puede traer consigo un sobrecoste de las cuotas, o, un pago excesivo de intereses, o, peor aún, llevar nuestras finanzas al endeudamiento. No es un escenario raro, e incluso, fuera de los periodos de crisis inmobiliaria, las tasas de morosidad hipotecaria, y las ejecuciones hipotecarias, muestran que desafortunadamente esto ocurre con frecuencia.
Sin duda, el primer paso es elegir bien no sólo la hipoteca, sino la vivienda que realmente podemos adquirir. Ser realistas y prestar atención al gasto que nos va a suponer, no sólo en el momento, sino en el futuro de nuestra capacidad de respuesta sobre dicho gasto, son cuestiones básicas.
Pero, más aún, durante la vida de la hipoteca debemos prestar atención a la evolución de la misma, a sus posibilidades de mejora, a la opción de la amortización anticipada, que a veces puede ser una buena opción, etc.
Con la elección de los productos de ahorro e inversión ocurre lo mismo. Aunque no debería considerarse un gasto, al tratarse de una salida de dinero no retornable de manera inmediata, repercute en nuestro bolsillo como si lo fuera.
También debemos prestar una atención clara a lo que vamos a contratar, y a las condiciones que se nos proponen. Una mala elección o un mal control de nuestros productos de inversión pueden llevarnos a perder el dinero invertido.
Prestar atención a nuestras finanzas personales, pasa sin duda por controlar la dirección de nuestro ahorro y por una elección correcta de los productos financieros y de los proveedores de los mismos.