El Carbon Tax o “Impuesto a las emisiones de gases de efecto invernadero” es una tendencia que está creciendo a lo largo de todo el mundo. Esto se debe a que los analistas se encuentran en gran acuerdo para:
- Imponer un precio a las emisiones de CO2
- Precio debe ser muy alto (200 dólares la tonelada)
- Costo económico para el mundo manejable e inferior al costo de no hacer nada
El problema de no hacer nada, como anteriormente mencionábamos, es una característica típica de los daños climáticos. Las emisiones de gases de efecto invernadero pueden implicar consecuencias catastróficas, muy difícil de calcular bajo un estimado costo-beneficio
Aparecen dos opciones y posturas para intentar reducir, o penar, las emisiones de gases de efecto invernadero: una de ellas es crear un impuesto directo al carbono (carbon tax); la otra, es realiar un sistema de tope y mercado de emisiones (cap and trade).
Por su parte, el carbon tax es ideal para aplicarse en el sector transporte por razones fiscales, administrativas, de eficiencia, transparencia, flexibilidad, competitividad, y equidad distributiva.
Para el resto, las ventajas de una restricción cuantitativa o tope o límite a las emisiones y un mercado de estas emisiones, es mucho mejor para compensaciones de otras actividades en bosques, residuos y agricultura.
Las características de este sistema, el cap and trade (que ha sido creado por el protocolo de Kyoto), es que da certidumbre climática y ambiental, ya que el resultado está predefinido. No obstante, no habrá transferencia de recursos al gobierno como en el caso del carbon tax, aunque este puede no controlar las emisiones, y no poder detener el cambio climático, afectando a los precios de los productos finales.
En resumen, ambos tienen asegurado su implementación, lo que se debe ver es en qué países, en qué sectores, y cuándo.